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sábado, 2 de octubre de 2010

HISTORIA DEL PESEBRE - II PARTE

Tradición firmemente arraigada en el espíritu de los pueblos latinos lo es la de conmemorar la Navidad con la representación del  “Pesebre”,   “Nacimiento” o  “Belén”,  por cuyo intermedio se reconstruye en miniatura el paisaje que sirvió de divino marco a la venida al mundo del Niño Jesús.
Llamado “presepio” en Italia,  “nacimiento” en España y “la créche” en Francia,  el pesebre es,  en todos los lugares,  una sola y misma cosa: ingenua,  devota,  sentida expresión de la fe del pueblo cristiano.  En cuanto a su origen,  se atribuye a San Francisco de Asís la paternidad del pesebre o nacimiento,  en opinión que comparte la mayoría de los biógrafos del santo.

De acuerdo con la creencia de que fue San Francisco de Asís el primer hacedor del pesebre,  afirmase que el Santo Varón cultivaba especial devoción por Cristo,  en obsequio de lo cual durante la Nochebuena del año 1.223 ó 1.224 decidió preparar un nacimiento cerca de Asís,  en el cual fueron actores personas y animales reales.

Calificado biógrafo asegura que el 24 de diciembre de uno de los años citados,  San francisco de Asís llamó a un amigo quien había obsequiado al religioso un peñón todo cubierto de bosques,  y le explicó que si quería que celebraran juntos la Nochebuena,  preparara con cuidado algo que iba a encargarle y que consistía en representar sensiblemente y muy vivo la memoria del nacimiento del Niño de Belén.

San Francisco de Asís pidió a su amigo disponer en el propio corazón del bosque un pesebre lleno de paja,  un buey  y un asno,  así como conseguir las personas a quienes encargar la representación de los personajes del Nacimiento,  esto es,  San José,  la Virgen María,  el Niño Jesús,  los Reyes Magos,  el Angel de la Anunciación  y los pastores.

La voluntad de San Francisco de Asís fue cumplida por su amigo.  Llegó `por fin el día de alegría y la hora de la satisfacción.  Fueron convidados religiosos de varias partes,  los hombres y mujeres del legar,  según su posibilidad,  y con íntimo goce,  con luces y hachas,  se dispusieron a iluminar aquella noche interpretando canciones pastoriles y haciendo estremecer el bosque con sus cantos.

Una vez dispuesto todo el pesebre viviente de Asís,  San Francisco vestido de diácono cantó el Evangelio del nacimiento de Jesús y su voz fuerte,  con tono suave,  pronunciación clara y  sonora describió con sentidas palabras el pobre nacimiento del Rey de Los Cielos.   Y con frecuencia,  cuando quería pronunciar el nombre de Jesucristo,  vencido de su gran amor lo llamaba Niño de Belén,  y al decir Belén su voz semejaba el balido de una dócil oveja.

Honrase en el pesebre la sencillez,  se elogia la pobreza y se celebra la humildad.  Tal  fue la intención del Santo Varón de Asis que hoy convierte a cada rincón del mundo donde hay un pesebre en otra ciudad de Belén, la cuna del Redentor.  Queda así la noche iluminada como claro día y da placer a los hombres y a los animales en el reino del Señor.

Y hoy,  la familia unida construye el pesebre.  Las menudas figuras,  los caminos de arena,  los ríos de papel de plata,  lo árboles y las palmeras simuladas en montañas de verde tela almidonada,  dibujando un aire de alegres luces multicolores.  Los mayores meditan y recuerdan tiempos pasados y se sientan,  con sus hijos  o con sus nietos para celebrar el nacimiento del Niño Dios.

Navidad:  fiesta que recoge en un haz  los tiempos dispersos,  y es como el lazo de unión entre ellos ,  a la vez que ata pueblos y hogares.   Costumbres diversas,  lenguas distintas,  variadas expresiones de entusiasmo; pero siempre alrededor del mismo momento que vuelve -  como llama de ternura  y paz  - en el persistente girar de los años  y manteniendo como centro vital de estas múltiples manifestaciones de vida el nacimiento del Salvador...!

Ninguna duda existe con respecto al hecho de que el nacimiento o pesebre vino a Venezuela entre las tradiciones llegadas a nuestra tierra con los españoles.  Esa costumbre de acercarse al Niño recién nacido llegó a nuestro pueblo con los colonizadores.  El pesebre,  la adoración de los pastores y el canto de los villancicos  se impusieron fácilmente y penetraron en el alma de la colonia con la fe y el respeto que el tradicional hecho inspira.

Fue así como desde entonces  las familias dedicaron a tan sagrado motivo los mejores espacios de sus casas. Decorar la casa en la temporada navideña,  desde la entrada hasta los últimos rincones,  está muy lejos de ser un capricho superficial.  Por el contrario,  es recordar a todos que en ese hogar prevalece el amor,  la armonía y la hermandad que Jesús vino a enseñarnos hace ya dos mil años.

Una casa decorada con adornos navideños simboliza que sus habitantes están abriendo los brazos al mundo con amor;  que el visitante puede estar seguro de que ha llegado a un hogar donde prevalece el espíritu cristiano en su mejor expresión,  que ahí se ama al prójimo,  que se intenta con la buena conducta cristiana hacer que el sacrificio de Jesús no haya sido en vano.

En ciudades y pueblos,  en aldeas y ranchos,  las casa se engalanan con pesebres y arbolitos,  con guirnaldas,  piñatas y flores de  Nochebuena,  para celebrar gozosos la venida al mundo del  Hijo de Dios.  La decoración navideña es festiva,  porque el nacimiento de Cristo es también el nacimiento del amor entre los hombres,  la proclama de la bondad y  el alborozo de tener en el corazón un inmenso sentido de la caridad.

Aunque la presentación de los nacimientos o pesebres puede y suele variar de un lugar a otro,  incluso de una casa a otra,  su contenido esencial es siempre igual,  y está dado por tres escenas claramente diferenciables: primero,  el nacimiento propiamente dicho y la adoración de los pastores en la gruta de Belén,  la cual en casi todos los sitios es representada por una cabaña casi derruida,  en cuyo centro se hace reposar la figura del Niño Dios, en lecho de pajas,  bajo la solícita mirada de la Virgen María y San José,  y la tierna custodia de la mula y el buey.

El segundo componente básico de un pesebre es la escena de la Anunciación, en la cual el Ángel comunica la buena nueva del nacimiento de Jesús a los pastores;  y,  por último,  la representación de la llegada de los santos Reyes Magos a Belén,  a lomo de camellos,  seguidos de su séquito y precedidos por una gigantesca y radiante estrella.

En cuanto a los materiales y manejos  que se hacen de los componentes del nacimiento o pesebre,  son de una variedad casi indescriptible.  Así,  la forma más característica de representarlo es mediante una simulada montañuela recubierta de musgo,  disponiendo en toda su extensión de ondulantes caminos de aserrín,  apacibles lagos construidos con trozos de espejo,  exuberantes bosques de viruta,  ovejas,  pastorcillos de anime,  casitas de cartón,  hileras de estrellas y  titilantes luces multicolores.....en el centro de este  hermoso paisaje,  es situada la escena de la venida al mundo de El Salvador.

Es tradicional que el nacimiento,  cuya elaboración siempre está a cargo de las mujeres y los niños de la familia,  comience a ser fabricado en  los primeros días del mes de diciembre.   Levantado por partes,  una vez concluido se colocan las figuras principales cuyo manejo,  como ya apuntamos, es variable y depende de la creatividad de sus creadores.

 Hay quienes acostumbran a reservar la colocación del Niño Jesús entre José y María para la madrugada del 25 de diciembre,  cuando se supone ocurrió su nacimiento;   en otros sitios, por el contrario,  la imagen del Niño es colocada desde el comienzo de la instalación aunque,  hasta el 25 permanece tapado con delicado paño blanco, con lo cual se simboliza que el Niño aún no ha venido al mundo.

Con las figuras de los Reyes Magos,  se les representa en cambiantes lugares de avance en el pesebre,  siempre cabalgando sus camellos y es sólo a partir de la Epifanía,  es decir,  de su llegada a Belén para adorar a Cristo,  cuando se les coloca  inclinados a los pies del Mesías:  uno,  blanco y cano;  otro,  rubio y joven;  y un tercero, negro.  Todos ellos llevando sus ofrendas de incienso,  oro y mirra para la Divinidad recién llegada al mundo de los hombres.
En cuanto a la duración del nacimiento o pesebre en los sitios de exposición,  puede decirse que es variable,  aunque si se observa lo más tradicional,  su vigencia se extiende hasta el 2 de febrero,  Día de la Candelaria,  cuando comienza a desaparecer de todos los templos y hogares.

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