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sábado, 16 de octubre de 2010

ADORACIÓN DE LOS MAGOS

Nació Jesús en Belén de Judá,  en los días de Herodes el Grande.  Y unos magos venidos de tierras de Oriente,  legaron a Jerusalén preguntando:  ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?,   pues vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle.

Y la estrella que vieron los Magos en Oriente les precedía,  hasta que llegando a donde estaba el niño,  se detuvo.  Al seguir la estrella,  los Magos se llenaron de inmenso gozo y entrando en la casa vieron al Niño con María,  su madre,  y postrándose le adoraron,  y abriendo sus tesoros le ofrecieron sus dones:  oro,  incienso y mirra.

Estos presentes que los Reyes Magos llevaron al portal de Belén para adorar al recien nacido están cargados de simbolismo.  El oro es el metal de los dioses solares y de los reyes, por excelencia.  Los egipcios veían en él la carne de Ra,  el dios sol.  También es el símbolo de la riqueza y del poder.

El incienso es el símbolo de la trascendencia,  de búsqueda,  del camino interno de lo material hacia lo espiritual.  A través de él se obtienen estados elevados de conciencia que favorecen,  junto a la oración,  el contacto con la divinidad.  Fue el segundo de los tesoros ofrendados por los Magos al Niño Dios,  la nochebuena de su nacimiento.

La mirra se constituyó en el tercer presente que los Reyes Magos,  venidos de oriente tras la estrella de Belén,  ofrendaron al Niño Jesús.  La mirra es el símbolo de la vida eterna,  de la resurrección;  un atributo divino más allá de la vida y de la muerte.  Además,  es una sustancia aromática que,  mezclada con otras,  constituye un eficaz elemento conservador.

Todo un simbolismo de amor y fe fueron las ofrendas de los Reyes Magos al recién nacido Hijo de Dios.  En ellas,  toda la sabiduría de los filósofos de aquella época se concentraba en el hondo significado que cada una significaba para el destino de Jesús.  Oro,  incienso y mirra,  siguen constituyendo una tradición de alabanza para las ceremonias del mundo cristiano,  aún cuando el metal precioso sea representado por el color amarillo brillante que lo distingue,  mientras que el incienso y la mirra siguen existiendo en su natural concepción.

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