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jueves, 14 de octubre de 2010

PARADURA, ADORACION Y ROBO DEL NIÑO (Rafael María Rosales – Compilación de Leonor Peña)


La mayoría de los festejos de Navidad los colocamos entre las costumbres profanas de motivo religioso,  pero la Parada del Niño tiene en el Táchira un carácter profundamente religioso.   Al pasar la Nochebuena,  ya desde el día 25,  puede hacerse la Parada del Niño.
Antiguamente la paradura del Niño se hacía sólo a partir del 31 de enero,  porque el campesino,  con ese mínimo lapso,  deseaba indicar que el Niño ya era suficientemente grandecito como para caminar,  pues la parada tuvo originalmente ese sentido en cuanto a las posibilidades motrices del Divino Infante.
Con el tiempo,  ya no se hace necesario esperar hasta el 31 de diciembre para realizar la tradicional ceremonia,  y hoy Paran al Niño desde el día siguiente de Nochebuena,  hasta el 6 de enero o la fiesta de La Candelaria el 2 de febrero,  que es por cierto la fecha en que se acostumbra para desmontar los pesebres y se da por terminado el ciclo de Navidad.   Se guardan en lugar seguro todos los componentes del mágico mundo espiritual,  que esperará hasta el mes de noviembre próximo para ser renovado en cada hogar cristiano del mundo.
La Paradura del Niño se desarrolla en diversos lugares tachirenses  de un modo que concuerda en líneas generales con las paraduras merideñas y las trujillanas.  Son velorios en los que se comienza con música y cantos,  se saca al Niño del pesebre,  se le hace una procesión y se le adora después,  añadiendo el detalle de las ofrendas.  Un rosario rezado, o  cantado y rezado,  pueden preceder o suceder a los cánticos, a la ofrenda y a la procesión.
Había antes otro festejo llamado Adoración al Niño,  que se celebraba en distintos pueblos.  La realización consistía en lo siguiente,  básicamente:   Se reunían los vecinos en una casa desde la 6 de la tarde.  La madrina y el padrino sacaban al Niño en una bandejita,  bien arreglada.  El padrino le daba el primer beso, con mucha veneración,  y de ahí, seguían los demás.  La ceremonia era acompañada por oraciones y eran los niños los encargados de cargar al naciente Redentor.
En ambas celebraciones:  la Paradura y la Adoración al Niño,  parecen complementarse algunos de los ritos tradicionales.  Tras la paradura,  se inicia una corta procesión por la casa anfitriona y en algunas oportunidades,  por las casas más cercanas.  Los acompañantes,  con faroles o velas encendidas,  van cantando estrofas acompañados por un conjunto musical.  Al llegar  al pesebre que fue su punto de partida,  se coloca al Niño  sentadito en lo que antes era su cunita,  iniciándose de inmediato otras oraciones o un agradable concierto de música con villancicos y canciones de corte popular.  

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