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domingo, 10 de octubre de 2010

NOCHE DE PAZ SOBRE SAN CRISTOBAL Y EL MUNDO

Los hombres se sienten transformados en el día de Navidad, maravilla de la gracia y del amor.   Dios acerca a los hombres.  El mundo vibra de alegría por ello.   La voz potente de Isaías que anunciara que una virgen daría a luz se ha  cumplido.   La voz trémula de los justos que suspiraban para que los cielos hiciera llover al Justo,  encuentra su realización en esa noche santa.

Esa noche,  el Verbo de Dios se hace hombre.  El Verbo se hace verbo para nosotros,  palabra,  orientación para que podamos entender las cosas de Dios y recibirlas en nuestra alma. Se hace vida y resurrección nuestra.  El contacto de la divinidad con la tierra desnuda sorprende y eleve a los hombre a regiones de luz,  de verdad.  Quien en ese día no siente en su espíritu una conmoción profunda,  es porque lo tiene lleno de penumbras.    Nochebuena,  la noche de amor,  de paz,  de bondad.

La noche será un recuerdo,  una añoranza, una hacer en el transcurso de los tiempos en la que el hombre recupera su dignidad.   San Agustín diría: “Alma humana,   cuánto vales!"    Es a la luz de la cuevecita de Belén,  milagro de simplicidad y profundidad,  que hay que sopesar la grandeza del hombre.  Cabe en este portalito que sólo velan los ángeles,  las estrellas,  San José y María,  en este primer eclipse de la divinidad,  otro de nuestra salvación.

Dios se hace hombre para que los hombres puedan hacerse un poco como Dios. En este día nos haba el mismo Hijo de  Dios.  Por eso los cristianos se acercan reverentes  a la cunita y le dicen: “Cristo,  nacido  para nosotros,  os venimos a adorar”   Lo dicen los niños con aquella gracia que saben poner a sus cosas,   y con la esperanza de que la llegada del Niño Dios les colme de las gracias espirituales y materiales que con inocencia le encargaron en una presurosa cartita de muchas promesas,  una oración  e infinidad de peticiones creadas en su alma infantil.

Esa noche el pesebre del mundo brillará con una estela luminosa de ángeles,  caravana de pastores y Magos que se divisan a lo lejos.  La Navidad tiene esta plenitud inagotable,  contiene la virtud de transformar todo lo que toca.  Hasta en el mar,  terriblemente solitario,  la Navidad navegando tiene sabores indecibles que calan muy adentro del espíritu humano.  En nuestros hogares o tal vez en nuestra soledad,  viviremos momentos de indescriptible emoción  e infinito sentido de la caridad humana.

La más sana alegría,  esta alegría que permanece en el alma y que no desaparece fácilmente,  encuentra su fuente en este Divino Niño que por tradición y fe nace  en nochebuena.   Es la vida sobrenatural que se enraíza en nosotros para que la tengamos.   Por esto reboza de alegría el santo que ve fortalecida y facilitada esta participación a la vida divina,  se alegra el pecador al ver la misericordia de Dios que va a borrar el decreto de condenación que teníamos escrito.  La paz del espíritu que sobrepuja toda sensación,  resuena por los aires en  esa noche luminosa y en las almas de los verdaderos creyentes.

Desde la más remota antigüedad se celebra la fiesta del Nacimiento de Jesús. La Nochebuena se vuelve eterno día,  y los protagonistas del pesebre encuentran posada en relieves de alabastro,  en tablillas de marfil,  en litúrgicos vitrales,  en pórticos y retablos,  en las cortes más encumbradas,  en el pueblo que hoy,  como el nuestro,  sufre pero tiene fe y esperanza.  La Natividad del Señor se traduce en todo  nuestro entorno en arte de forma y color.

A dos mil años de luz,  la humanidad espera.  Espera el eterno mensaje de amor y de paz que el dios de la técnica no ha podido dar.  A dos mil años de luz,  el eterno pesebre de la Navidad y de los niños,  recuerda el camino de humildes pastores,  de una estrella brillante que guía,  de un mundo que vibre con la llegada del Salvador,  de una canción que nos recuerda el más puro sentimiento de paz,  bondad  y  amor.

La Navidad es,  posiblemente,  una de las fiestas que mayor trascendencia tiene para los corazones de millones de personas a lo largo y ancho de la tierra.   Desde el más remoto pasado,  en esta época entonamos verdaderos himnos que nos hablan tiernamente del amor que debemos profesar a nuestros semejantes.  Y en este universo receptor de bondades y ternura,  son los niños del mundo los que reciben todo el encanto de este sentimiento que nos conmueve con la llegada del Hijo de Dios...no podía ser de otra manera,  los niños, en su cálida inocencia,  son la representación más cercana a  la candidez del alma.

“Dios está con nosotros..!”  es la gran noticia de la Navidad. Si Dios ha querido hacerse hombre,  la humanidad tiene futuro.  Dios ha sido fiel a su promesa.  Su palabra ha roto el silencio y su luz ha penetrado en las tinieblas y nosotros,  necesitamos acercarnos,  en medio de este júbilo,  con un corazón humilde y creyente.  No basta celebrar hoy la Navidad,  la hemos de vivir siempre.  Esto requiere dejarse guiar por la luz.  Gustamos hoy el gozo de la paz y somos a la vez,  mensajeros de esa misma paz....Esta es la razón de esta nochebuena, de esta noche de amor y bondad..la noche en que el Hijo de Dios se hizo hombre verdadero,  para redimir a los hombres y mujeres de buena voluntad.....

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