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lunes, 6 de diciembre de 2010

ORIGEN DE LA TARJETA DE NAVIDAD

Originalmente, en Estados Unidos estaba prohibido, por ley, celebrar el 25 de diciembre. Ello se debía a que sus pobladores originales (bau­tistas, cuáqueros y puritanos) no com­partían con el resto del mundo el afecto a la festividad.
Apenas en 1861 se derogó la prohibición, posiblemente bajo la presión de numerosas comunidades de cultos diferentes (católicos irlandeses, anglicanos, reformistas holande­ses y luteranos) que sí eran afectos a la ce­lebración de la Navidad.
Sin embargo, fue en 1875 cuando un im­presor llamado Louis Prang desempolvó un antiguo grabado en colores y le agregó la le­yenda Feliz Navidad. Evidentemente su lanza­miento fue todo un éxito.
Pero, 30 años antes en Inglaterra, Henry Cole ya había popularizado unas tarjeticas re­lacionadas con obras de caridad, y alusivas al espíritu de amor reinante en tiempos navide­ños.
En poco tiempo el negocio de las tarjetas navideñas se convirtió en un verdadero boom. Incluso, la reina Victoria, a mediados del si­glo XIX mandó a imprimir las suyas propias.
Curiosamente, pocas de esas primeras tar­jetas europeas ostentaban temas religiosos. En su mayoría eran sentimentales en exceso, con motivos dominados por pájaros, enra­mados, guirnaldas, flores, gatitos y niños. Las estampas de Kate Greenaway, llenas de pre­ciosos niños vestidos con elegantes modelos invernales, engendraron incontables imita­ciones.
Fue, finalmente, el estadounidense Prang el que logró infundir sentido espiritual a las felicitaciones.
Este Prang era un alemán, hijo de un estam­pador de textiles radicado en Breslau. Habla­ba, además del alemán, el inglés y el francés, y manejaba los conocimientos de la química necesarios para realizar correctamente la es­tampación de telas.
El hombre, junto con su socio Louis Mayer, se fue con sus productos a la Exposición Internacional celebrada en Viena en 1873 y distribuyó, gratuitamente, unas 30 mil tarjeticas navideñas, las cuales tuvieron tan­to éxito que
"...a mi regreso hube de surtir pedidos de otras empresas comerciales; así, concebí la idea de imprimir una amplia diversidad de diseños, con espacios reservados para el nom­bre de la firma dispuesta a adquirir por cente­nar o millar".
El factor humano jugó un papel primordial en el éxito de las tarjetas de navidad que hoy en día se han transformado en un elemento indispensable en las celebraciones navideñas en muchas partes del mundo.

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