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lunes, 6 de diciembre de 2010

LA ESTRELLA DE BELÉN

Elemento importante en el relato evangélico de la Adoración es la es­trella que supuestamente condujo a los Reyes Magos desde Oriente, pri­mero a Jerusalén y luego hasta el mismo por­tal de Belén.
Durante siglos se creyó que esa estrella no era otra que el cometa Halley, cuya aparición suele coincidir con destacados acontecimien­tos históricos. Parece demostrado que no pu­do ser ese astro, que había sido avistado entre once y doce años antes de la fecha que esta­blece aproximadamente el nacimiento de Je­sús y no volvería a aparecer en el firmamento hasta el año 66 de nuestra era, cuando el historiador judío Josefo lo describe "extendi­do sobre Jerusalén como una espada". Es probable que el evangelista tuviese esa mis­ma visión precisamente cuando componía su relato, al que la incorporó como una licencia poética al símbolo teológico.
A esa creencia tradicional habría contri­buido también el pintor florentino Giotto, quien tuvo oportunidad de observar el co­menta Halley en el año 1301, cuando éste ofrecía un aspecto particularmente brillante. El artista al confeccionar su propia versión de la Adoración de los Magos, en 1303, basándo­se en la narración evangélica, optó por repre­sentar la estrella de Oriente como el refulgen­te cometa...
Otra hipótesis es la de los que creen que la estrella de Belén fue fruto de una conjunción astronómica entre Júpiter, Saturno y la Tie­rra, que tuvo lugar en el año siete antes de Cristo.
Para otros, se trató de Venus, el "lucero del alba", que es el astro más luminoso del fir­mamento, o de la explosión de una supernova, cuya potencia lumínica puede llegar a ser mayor que la de Venus.
Tampoco podía faltar la hipótesis OVNI, cuyo mayor punto de apoyo es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, en el que se explica el extraño comportamiento de la su­puesta estrella: "volvió de nuevo a guiarles hasta que llegaron a la cueva y se posó sobre la boca de ésta". 

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