El nacimiento de Jesús fue acompañado de circunstancias extraordinarias, según dice Mateo, que primero habla de una peregrinación al lugar de su nacimiento:
Mateo 2.1.
Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos.
"Magos" es traducción del griego "magoi", y ha penetrado a nuestra lengua a través del latín "magi". Esta palabra de deriva de "magu", nombre dado a todos los sacerdotes persas en la religión zoroástrica.
Durante toda la historia de la antigüedad, se consideraba a los sacerdotes como los depositarios de conocimientos importantes. No sólo sabían las técnicas para propiciar a los dioses, sino que también estudiaban, sobre todo en Babilonia, los cuerpos celestes y sus influencias en el curso de los asuntos humanos. Por consiguiente, los sacerdotes eran astrólogos avezados (quienes a lo largo de sus estudios también recogían considerables conocimientos de astronomía).
(…)
La historia de los magos es breve. Fueron a ver al niño Jesús, le dejaron regalos y se marcharon; pero su efecto en la leyenda es grande. En la imaginación popular, los magos se convirtieron en tres reyes e incluso tenían nombre: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Según la leyenda medieval, Elena (madre de Constantino I, el primer emperador cristiano) llevó sus cuerpos a Constantinopla. Desde allí fueron trasladados a Milán, en Italia, y en fecha posterior a Colonia, Alemania. Se supone que están enterrados en la Catedral de Colonia, de modo que a veces se les menciona como los “Tres Reyes de Colonia”.
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