El origen de la Navi dad es mucho más antiguo que el de la Natividad del Señor. A medida que las tradiciones van enfrentándose a los cambios de cada sociedad, se van modificando. A veces se enriquecen, en otras ocasiones empiezan a decaer hasta desaparecer por completo.
Cuando esto último sucede, entonces rápidamente otras costumbres surgen, aparecen nuevas manifestaciones, nuevos hábitos para sustituir los extintos.
Vale decir que el ser humano difícilmente puede vivir sin sus rituales.
Ciertamente, en muchos sitios se ha perdido la costumbre del uso del sombrero para el hombre, principalmente en las ciudades; pero a cambio, se ha impuesto el uso de gorras y cachuchas.
De cualquier manera, así sea que una tradición se enriquezca o se suprima y sustituya por otra, siempre se mantiene su esencia.
Eso es lo que ha pasado con la Navidad.
Ya la mayoría de las personas no adoran al hermano Sol, ni esperan que con algún evento mágico retorne luego del invierno.
Ya la ciencia se ha ocupado de explicarnos a dura realidad del movimiento de los astros, y casi todos los pueblos saben que después de un duro invierno viene una primavera para reverdecer nuestra existencia.
Pero la Navidad sigue con nosotros, porque ella va más allá de ese Sol que brilla. Es un símbolo de la resurrección; de la capacidad de salir de las tinieblas y convertirse en energía positiva; es nuestra alternativa de deslastrarnos de las mañas y los vicios para adentrarnos en una franca transformación hacia lo mejor de nosotros mismos.
Hay enfoques, razonamientos, planteamientos; hay caminos transitados, y los que vienen a continuación son algunos de aquellos que intentan explicarse el sentido profundo que nos ofrece la Navidad.
Hace casi dos mil años, el nacimiento de Cristo anunció el comienzo de una nueva era de comprensión espiritual, y trajo los regalos del amor y la luz a un mundo que llevaba tiempo en la oscuridad. Este nacimiento significó el surgimiento de algo único y original, algo que el mundo no había conocido antes.
Al nacer Cristo de nuevo entre nosotros, nos renovamos, y todo en la vida se renueva para nosotros. Los regalos únicos y originales del Cristo se manifiestan a través de nosotros en toda su magnificencia. El amor y la luz renacen dentro de nuestro propio ser transformando todo lo que somos en una gloriosa maravilla. Es para esta experiencia navideña de renacimiento y renovación para la que nos preparamos ardiente y fervorosamente. Nuestro ser espiritual está eternamente dispuesto para la vida nueva y el nuevo gozo del nacimiento del Cristo en nosotros.
No obstante, con todo y su audaz y brillante promesa de lo nuevo, la Navidad también despierta en nosotros el anhelo del hogar, de un regreso, aunque sólo sea en pensamiento, a un lugar y un tiempo que simbolicen para nosotros el amor, bienestar y sensación de pertenecer a algo. En la Navidad anhelamos sentir lo que el hogar representa. De la misma manera, igual que nuestras almas esperan la renovación y el renacimiento, también anhelamos lo que nos es querido y familiar.
Todas las Navidades escuchamos y cantamos de nuevo los mismos villancicos, y sus melodías avivan fibras profundas de contento dentro de nosotros. Tierna y amorosamente desempaquetamos y colocamos nuestras queridas decoraciones. Enviamos felicitaciones a amigos y familiares distantes, y no tan distantes, recordando a todos los que constituyen nuestra red de amor. Participamos en ceremonias, manteniendo así viva la tradición de la Navidad , tan rica y significativa.
¿Cómo ponemos en equilibrio los dos aspectos de la Navidad ? ¿Cómo nos asimos a todo lo que es bello y significativo y, a la vez, abrimos de par en par las puertas de la mente y el corazón a nuevas experiencias?
El renacimiento del Cristo dentro de nosotros nos llama a lo nuevo, a nueva vida, nuevo gozo y nueva luz, pero nuestro punto de partida es justo donde estamos. Todo lo que ha pasado es el origen de todo lo que somos ahora, y todo lo que anhelamos ser. Edificamos sobre la base de nuestro pasado: todos los sucesos gozosos o retadores.
¿Tenemos recuerdos de Navidades particularmente ricos y maravillosos? Demos gracias por ellos y por la oportunidad que la Navidad nos trae de revivirlos cada año. Veámoslos como lo que realmente son: bellos pasos en el crecimiento hacia la luz y la libertad. En esta época saboreemos estas alegrías y traigamos conscientemente su significado al presente.
¿Nos traen las Navidades dolorosos recuerdos? Que esta Navidad sea nuestra oportunidad de edificar de nuevo, de curar viejas heridas e incomprensiones. El renacimiento del Cristo dentro de nosotros es el renacimiento del amor, y el amor a Cristo nos depara para asirnos sólo a aquello que es levantador y positivo, y deja ir el resto.
Al entrar en lo nuevo y el renacimiento de la Navidad , tal vez encontremos que hasta nuestros recuerdos se renuevan. Los sucesos en sí pueden o no haber ocurrido de la manera que los recordamos, pero eso no es lo importante. Recordamos los sucesos de la manera que lo hacemos porque ellos llenan una necesidad emocional en nosotros. Al renacer Cristo en nuestras mentes y corazones, encontramos que podemos evocar sucesos alegres que antes permanecían en la oscuridad. Para nuestra sorpresa, tal vez encontremos que vienen a nuestra mente experiencias de afecto, alegría, cosas compartidas que estaban completamente olvidadas, y que traen una sensación de paz y contento con ellas.
Cada Navidad puede ser una época de despertamiento para nosotros. Cada Navidad podemos escoger conscientemente las actividades y tradiciones de mayor significación para nosotros y revivirlas con fervor. La Navidad siempre llega viva, llena de novedad y alegría, cuando participamos activamente en ella, cuando contemplamos con ojos maravillados toda la belleza que nos rodea.
¿Anhelamos un cambio en esta Navidad? ¿Deseamos que esta Navidad sea completamente nueva y diferente? Eso es posible, porque una Navidad brillante y esplendorosa comienza dentro de nosotros, dentro de nuestras propias mentes y corazones. Podemos tener justo la Navidad que deseemos porque llevamos dentro de nosotros las semillas de gozo, felicidad y bienestar. El renacimiento del Cristo dentro de nosotros significa el renacimiento de un poder transformador.
¿Anhelamos la estabilidad de tiempos pasados? En esta Navidad podemos experimentar seguridad y estabilidad porque habitamos eternamente en el incambiable amor de Dios. La serena Navidad que anhelamos es una realidad dentro de nuestras mentes y corazones, y podemos ponerla de manifiesto.
¿Cuál es el ingrediente que consideramos más importante para una feliz Navidad? Al definirlo, sepamos que ese ingrediente está dentro de nosotros. A través del Cristo renacido en nosotros, tenemos todo el gozo, toda la paz, toda la serenidad, todo el poder, y podemos poner de manifiesto cualquier cosa que consideremos esencial en nuestra Navidad. Al renacer el Cristo en nosotros comprendemos de nuevo que tenemos dentro de nosotros la provisión para toda necesidad.
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