Elemento importante en el relato evangélico de la Adoración es la estrella que supuestamente condujo a los Reyes Magos desde Oriente, primero a Jerusalén y luego hasta el mismo portal de Belén.
Durante siglos se creyó que esa estrella no era otra que el cometa Halley, cuya aparición suele coincidir con destacados acontecimientos históricos. Parece demostrado que no pudo ser ese astro, que había sido avistado entre once y doce años antes de la fecha que establece aproximadamente el nacimiento de Jesús y no volvería a aparecer en el firmamento hasta el año 66 de nuestra era, cuando el historiador judío Josefo lo describe "extendido sobre Jerusalén como una espada". Es probable que el evangelista tuviese esa misma visión precisamente cuando componía su relato, al que la incorporó como una licencia poética al símbolo teológico.
A esa creencia tradicional habría contribuido también el pintor florentino Giotto, quien tuvo oportunidad de observar el comenta Halley en el año 1301, cuando éste ofrecía un aspecto particularmente brillante. El artista al confeccionar su propia versión de la Adoración de los Magos, en 1303, basándose en la narración evangélica, optó por representar la estrella de Oriente como el refulgente cometa...
Otra hipótesis es la de los que creen que la estrella de Belén fue fruto de una conjunción astronómica entre Júpiter, Saturno y la Tie rra, que tuvo lugar en el año siete antes de Cristo.
Para otros, se trató de Venus, el "lucero del alba", que es el astro más luminoso del firmamento, o de la explosión de una supernova, cuya potencia lumínica puede llegar a ser mayor que la de Venus.
Tampoco podía faltar la hipótesis OVNI, cuyo mayor punto de apoyo es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, en el que se explica el extraño comportamiento de la supuesta estrella: "volvió de nuevo a guiarles hasta que llegaron a la cueva y se posó sobre la boca de ésta".
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