Originalmente, en Estados Unidos estaba prohibido, por ley, celebrar el 25 de diciembre. Ello se debía a que sus pobladores originales (bautistas, cuáqueros y puritanos) no compartían con el resto del mundo el afecto a la festividad.
Apenas en 1861 se derogó la prohibición, posiblemente bajo la presión de numerosas comunidades de cultos diferentes (católicos irlandeses, anglicanos, reformistas holandeses y luteranos) que sí eran afectos a la celebración de la Navidad.
Sin embargo, fue en 1875 cuando un impresor llamado Louis Prang desempolvó un antiguo grabado en colores y le agregó la leyenda Feliz Navidad. Evidentemente su lanzamiento fue todo un éxito.
Pero, 30 años antes en Inglaterra, Henry Cole ya había popularizado unas tarjeticas relacionadas con obras de caridad, y alusivas al espíritu de amor reinante en tiempos navideños.
En poco tiempo el negocio de las tarjetas navideñas se convirtió en un verdadero boom. Incluso, la reina Victoria, a mediados del siglo XIX mandó a imprimir las suyas propias.
Curiosamente, pocas de esas primeras tarjetas europeas ostentaban temas religiosos. En su mayoría eran sentimentales en exceso, con motivos dominados por pájaros, enramados, guirnaldas, flores, gatitos y niños. Las estampas de Kate Greenaway, llenas de preciosos niños vestidos con elegantes modelos invernales, engendraron incontables imitaciones.
Fue, finalmente, el estadounidense Prang el que logró infundir sentido espiritual a las felicitaciones.
Este Prang era un alemán, hijo de un estampador de textiles radicado en Breslau. Hablaba, además del alemán, el inglés y el francés, y manejaba los conocimientos de la química necesarios para realizar correctamente la estampación de telas.
El hombre, junto con su socio Louis Mayer, se fue con sus productos a la Exposición Internacional celebrada en Viena en 1873 y distribuyó, gratuitamente, unas 30 mil tarjeticas navideñas, las cuales tuvieron tanto éxito que
"...a mi regreso hube de surtir pedidos de otras empresas comerciales; así, concebí la idea de imprimir una amplia diversidad de diseños, con espacios reservados para el nombre de la firma dispuesta a adquirir por centenar o millar".
El factor humano jugó un papel primordial en el éxito de las tarjetas de navidad que hoy en día se han transformado en un elemento indispensable en las celebraciones navideñas en muchas partes del mundo.
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