A través del tiempo, la Natividad del Señor se ha traducido en arte y en formas de color y fiesta. San Francisco de Asís convertirá el Misterio en vida y dará al pesebre un gran sentido humano. Bajo la bóveda celeste, Francisco prepara el pesebre, y sobre el pesebre un altar. Las campanas llaman a Nochebuena, pastores y campesinos, con antorchas y rebaños, plenan alegres aquella tierna escena de Navidad.
Con este episodio, Francisco de Asís populariza el pesebre. Pero solo a mediados del siglo XV, se designará con tal palabra latina la escena del nacimiento de Jesús en Palestina. Y si por pesebre entendemos, no a la nueva representación, sino el conjunto decorativo que se arma por Navidad y luego se desmonta, hay que esperar hasta 1562 para encontrar en la iglesia de los jesuitas, en Praga, el primer Belén que registra la historia.
En alas del arte y la fe, pronto se extiende y populariza la costumbre del pesebre por Europa. De su raigambre popular nos hablan las calles y hosterías dedicadas al Belén en la "Vía del Figurari" en Nápoles y las llamadas "Bambinai", en Palermo. Los italianos, todos cristianos con su corazón sembrados en Asís, plenaron con su entusiasmo la popularidad de la costumbre.
Y llega la edad de oro del Pesebre, en el siglo XVIII, bajo el impulso de un monarca – Carlos III - mecenas y pesebrista, quien regirá por años los destinos de Nápoles y luego los de España. En 1739 construye la fabrica de porcelana Capodimonte y propaga por la compañía las figuras y pesebres que modela con su esposa María Amalia.
El ejemplo de Carlos III cala en la aristocracia y en el pueblo, admirados por el trabajo de sus manos, y se forma la rica escuela del "Presepio Napolitano", o dicho en nuestra lengua, el "Pesebre Napolitano". Arte, colorido, tipismo, religiosidad, se funden con la cerámica y la "terracota", en una versión napolitana del Evangelio, que dibuja lo humano y lo divino de la Navidad"
Con alguna influencia de aquella escuela, florece el arte del pesebre por Austria, Alemania, Portugal y España. Conquistó el corazón de la América hispana y morena, donde se desarrolla en Ecuador, Perú, México, Colombia y Venezuela. A dos mil años y más, el eterno pesebre de la Navidad recuerda el camino de los humildes pastores con la gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, la gracia a los hombres y a la paz.
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